viernes, 9 de mayo de 2008

La mujer, tema irrelevante en la agenda global

Sabido es que más de la mitad de la humanidad está constituida por mujeres pero hay que repetirlo, porque tienen una problemática especifica por razón de sexo a nivel global, aunque el Foro Económico de Davos lo siga ignorando.
Sabido es que más de la mitad de la humanidad está constituida por mujeres pero hay que repetirlo, porque tienen una problemática especifica por razón de sexo a nivel global, aunque el Foro de Davos lo siga ignorando y en Porto Alegre no siempre alcance la relevancia deseable.Quedaría más literario, quizá, afirmando que hay un problema universal de género que padecemos las mujeres. Pero no quiero irritar a tantas amigas feministas, con quienes he compartido ideas y esfuerzos, que consideran impropio el uso de la palabra género. Personalmente valoro el empleo adecuado de la palabra, y también la estética del lenguaje; sin embargo, en la cuestión feminista no me interesa tanto el enunciado. Lo que me importa mucho más es la denuncia y la solución de los problemas que seguimos padeciendo las mujeres en todo el mundo. Y en unas sociedades mucho más que en otras. Es de justicia observarlo para que ni los logros conseguidos ni las carencias existentes, nos hagan dejar de lado la solidaridad universal tan necesaria. En nuestro país, donde tantas mujeres estudian salen solas, viajan, trabajan, abortan o se divorcian, ya casi solo pensamos en la brutal respuesta a la conquista de las libertades: en la violencia intolerable que azota a tantas de modo trágico. Esto nos hace quizá minusvalorar otras carencias que, sin embargo, la alimentan e incluso la determinan. El hecho de vivir en un medio desarrollado nos hace perder perspectiva de una realidad más amplia en el propio entorno y más dura en muchos lugares del mundo. En España todavía muchas mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda clase, aunque tengamos ministras y la esperanza que supone la Ley ya aprobada contra la violencia doméstica. Y en el resto del mundo, asistimos impasibles a la existencia de la injusticia que sufren las mujeres de Arabia Saudita, con un sistema electoral escasamente democrático que no les permite ni siquiera ser candidatas a concejalas. Es un botón de muestra que aparece ante la pasividad de los poderes mundiales, aunque el emperador Bush tenga a Condoleeza Rice, una mujer al frente de sus relaciones con los Estados como escaparate. Recientemente, en TV un líder africano se quejaba de que nadie en el mundo se ocupa de que sus mujeres tengan que caminar kilómetros para conseguir agua. Pero es que estas mujeres, además de sufridoras de la pobreza generalizada lo son también de la opresión masculina, porque pese a denunciar el problema, sus hombres no comparten la búsqueda de solución cotidiana. Y lo que es peor, generalmente se ignora en todo o en parte la cuestión. Incluso en una publicación reciente, interesante y bien documentada, un Atlas del estado del mundo en 2005, no se encuentra ni un epígrafe alusivo a la problemática de la mujer. Dentro de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, aprobados por la ONU en el 2000 , el objetivo número tres busca “ promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la Mujer” en todos los países del mundo, especialmente en los países menos desarrollados. Pero cinco años después, entre los doce “temas duros” tratado en el Foro Económico de Davos del 2005, pese al giro pretendidamente solidario de alguna intervención de famosas, como Sharon Stone, nada ha figurado alusivo a los grandes problemas que padecen tantas mujeres, que nos obligan a seguir siendo el segundo sexo. Y aunque se hayan hecho aportaciones colaterales en los debates, hay que denunciar que ni siquiera el candente tema de la violencia contra la mujer en el mundo haya tenido un tratamiento relevante. Porque, pese a que no se llegue a conclusiones o propuestas vinculantes, el asunto es de tal gravedad que necesita un lugar propio en todos los escaparates y foros, se consideren o no sociales.

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