jueves, 29 de mayo de 2008

Los libros CUESTAN euros

El placer de la lectura es siempre especial: es duradero y relajante. Nutre la mente y enriquece el espíritu. Nos permite aprender o soñar y vivir. O las tres cosas a la vez.
Un libro nos acompaña siempre. Es un amigo fiel y flexible que se adapta a nuestras necesidades y a nuestro tiempo. Nos acompaña en cualquier lugar y hasta viaja en metro, en autobús o en avión si así lo queremos. Duerme a nuestro lado, sobre la mesilla, sobre cualquier mueble e incluso, sin protestar, en el suelo, después de habernos inducido agradablemente al sueño.¿Alguien ofrece más?
Un libro solo tiene un problema similar al de cualquier capricho: cuesta euros.
Un libro no crece en el campo, sin cultivo, como cualquier planta silvestre. Es el resultado de un esfuerzo, del trabajo de una mente, de un talento... en el grado que se valore. Pero, además de escribirse, un libro se corrige, se le diseña una portada- otro trabajo de creación que alguien hace- se imprime, se distribuye y se vende...¡AH!
Alguien invierte en todo ese proceso sus conocimientos y sus medios, su tiempo y su esfuerzo. Por eso un libro cuesta un dinero, aunque un buen libro no tenga precio.
Todo lo dicho parece obvio, pero conviene repetirlo, porque se ignora o se olvida. Así compramos de casi todo cada día en exceso, sin reparos, pero los libros... un libro siempre nos parece caro. Lo pedimos prestado sin rubor y pasa de mano en mano sin pagar peaje, porque no lo valoramos como cualquier otro bien que nos aporte placer. También se supone que a sus autores les regalan ejemplares sin tasa para que obsequien a las amistades y conocidos como si fuesen frutas del huerto de sus ocios...
¡Has escrito un libro!.¿Me lo pasas...?
Cerraran la librerías y las editoriales, y los manuscritos se perderán en cajones polvorientos. Los escritores serán historia de otro tiempo, hasta que desaparezcan de la faz de la tierra los ejemplares que circulan de mano en mano. Entonces tal vez se comprenda que los libros, esos maravillosos amigos que no tienen precio, valen euros o la moneda que circule en ese momento. Entonces, tal vez estemos dispuestos a priorizar su adquisición sobre la multitud de pequeños caprichos desechables y prescindibles. Entonces valoraremos los libros; cuando aceptemos que, como cualquier otro bien, cuesten euros.

domingo, 25 de mayo de 2008

SIGUEN LAS MUERTES


Estamos en mayo de 2008, terminando un mes de reconfortantes lluvias que alivian la sed de campos y pantanos. Y mientras la primavera viste de flores nuestros campos la violencia machista sigue cubriendo de negro nuestras esperanzas. De modo que cuando pretendo escribir sobre este dolor que me acompaña, me encuentro con un pequeño artículo, redactado hace casi dos años, desgraciadamente vigente, y por ello decido transcribirlo e incorporarlo a este Blog que pretende compartir con otras personas inquietudes literarias y preocupaciones sociales.


Comienzo estas líneas a punto de extinguirse el año 2006.El nuevo Año forcejea ya para ver el sol. Cuando este artículo se lea caminaremos por el 2007:el siglo veintiuno de nuestra era. Nos preceden culturas milenarias de las que solo conocemos vestigios. En todas convivieron varones y hembras, por algo se ha perpetuado la especie. Los papeles desempeñados por unos u otras y las formas de emparejamiento han sido diversas; así lo atestiguan las investigaciones de culturas antiguas o de sociedades primitivas que perduran en algunos rincones del planeta. Pero esto se investiga poco y se divulga menos, porque interesa mantener en lo que se puede los residuos de la cultura patriarcal en la que se nos ha educado. Es una forma de mantener el poder en el lado masculino. La lucha por el poder es tan antigua como la vida y no se da solo entre culturas o sociedades: se da también entre sexos.
Las reivindicaciones feministas no intentan arrebatar un territorio impropio. Solo pretenden recuperar su espacio y lograr la equidad y armonía de la sociedad utilizando dones de la naturaleza, como el pensamiento y diferentes destrezas. La fuerza física, necesaria antaño para la supervivencia, contribuyó al sometimiento femenino. Pero estamos en la era de la inteligencia y de la tecnología en las que hombres y mujeres son equivalentes. Ellas emplean la capacidad intelectual, la preparación y la cultura para recuperar su propio espacio. Los hombres más inteligentes valoran su aportación. Los otros, los mediocres, los acomplejados, utilizan lo que les queda para someterlas y dominarlas: la fuerza bruta Y las matan. Y los/as demás... ¿Vamos a seguir consintiéndolo?.Esto puede ocurrir en tu barrio y en la casa de al lado. ¿Nunca has oído un lamento, un llanto? Las leyes no pueden funcionar en el vacío, solo son un marco para los procedimientos legales. La reprobación social y las denuncias son imprescindibles. ¡Denuncia el delito y apoya a la víctima!

martes, 20 de mayo de 2008

¡SI NOS ABRUMARA LA VIOLENCIA!


Si de verdad a cada uno de nosotros/as nos abrumara la violencia que nos rodea, estaríamos en el comienzo de su control. Pero pasamos de largo, tal vez incómodos, ante los signos constantes de este mal progresivo y diversificado que corroe a la sociedad. Un mal antiguo que no mejora con el avance de las civilizaciones, aunque así lo parezca. Solo se camufla canalizándose de diferentes maneras, aflorando de continuo en diversos medios con más o menos intensidad pero causando víctimas, dolor e infelicidad.
Abrir un periódico, escuchar una emisora de radio o ver un telediario, es saber de antemano que vamos a toparnos con noticias de la insensatez y crueldad humanas, que se producen tanto en culturas estancadas como en el entorno más floreciente y avanzado de la tierra. Pero leemos, escuchamos, vemos y... pasamos página. Y si el tema surge en conversaciones o comentarios siempre concluimos que nada podemos hacer para evitar estas lacras. Como mucho y según en que circunstancias culpamos o pedimos soluciones al gobierno de turno. Esto que es no solo lícito sino legítimo, es también una forma de eludir lo que nos atañe del problema cuando no analizamos si, como individuos y como colectivos, por acción u omisión, somos responsables del tipo de sociedad que estamos construyendo. Si no pensamos por qué no nos sentimos abrumados por los hechos violentos que acontecen, que resbalan por nuestras conciencias como el agua de tormenta por las laderas montañosas: sin penetrarnos. Todos los días hay victimas de violencia: familiar, de género y delictiva en general. Violencia verbal en los programas televisivos y lo que es más grave en foros políticos. Cada día hay accidentes causados por el desprecio a la vida, se produce acoso escolar más o menos solapado y tolerado, se descubre maltrato en guarderías-si lo hay no son escuelas infantiles- o en residencias de mayores. Ya no quiero casi mencionar las crueldades de atentados terroristas o conflictos bélicos en cualquier lugar de la tierra: esos nos remueven a la mayoría un poco más, por unos instantes... nos atemorizan; pero lo que es su base, la violencia que se ejerce cada día en nuestro entorno pretendidamente pacífico es abrumadora. Y si dejáramos que nos penetrase su realidad, que nos alertaran sus señales, encontraríamos, incluso a nivel individual, respuestas positivas para combatir esa lacra que nos deshumaniza y desgarra. Pero por poner un ejemplo sangrante, según las encuestas del CIS, solo un 2% de la población percibe como un problema la violencia machista. Siguen reduciéndola a un espacio particular y privado pese a que entre 2001 y 2007 fallecieron por esta causa 425 mujeres. Sin embargo, si se produjera una auténtica sanción social de la violencia, de todo tipo de violencia; un clamor de cómo nos abruma su ejercicio, empezaríamos a frenarla.
¡ Me siento abrumada! ¿Lo intentamos?
------------

sábado, 17 de mayo de 2008

LA IMPORTANCIA DE LOS SIMBOLOS


Me indigna la frase manida y mezquina leída en un periódico de tirada nacional. “¿Alguien pensaba que tal vez ZP o PB iban a dejar escapar una oportunidad como ésta?. ¡Una embarazada dirigiendo las tropas!.”
Pues bien, señor o señora “cómo se llame”.Bien aunque así fuera, porque eso significa talento político. Porque aprovechar la fuerza simbólica de esa circunstancia, que no resta mérito a la persona que detenta el cargo, sería en todo caso sabiduría política en quien conoce la necesidad de aprovechar todas las fuerzas para cambiar una cultura nefasta en la que las mujeres siguen siendo, de hecho, el segundo sexo. Algo que ya no se dice pero que esta soterrado en la mentalidad de muchos hombres y mujeres de cualquier edad, que determina muchas actitudes discriminatorias y genera la pérdida de talentos y de capacidades, que origina menosprecio y es caldo de cultivo y una de las raíces de la violencia de género.
Puede que haya otras personas igual o más capacitadas que Carme Chacón para ministra o ministro de Defensa. Igual que para cualquier Ministerio. Para todo hay alguien mejor y muchos y muchas peores. Cualquier persona nombrada para cualquier puesto siempre tendrá a alguien que la supere o la iguale, pero esto no merma su valía. Lo mismo podría decirse de cualquier cargo de cualquier gobierno de cualquier ideología. Importa y mucho su solvencia y responsabilidad y Carme Chacón, a quién no conozco personalmente, con quien no comparto ni edad ni origen, es sólida y solvente como se desprende de toda su trayectoria. Podría ser otra u otro, pero también ella. Y si su circunstancia ha sido aprovechada es un valor añadido al instinto del Presidente, que conoce el valor de los símbolos y su trascendencia en el cambio que impulsa la igualdad de sexos, que es una ambición de justicia democrática sin la cual el empeño en la lucha contra la violencia de género, que implica un cambio profundo de mentalidad, no se conseguirá. Esta lucha requiere políticas transversales complejas, que esperamos asuman las demás mujeres y hombres del nuevo gobierno. Pero las responsabilidad de ellas es mayor, porque no pueden olvidar que su valía tal vez no se habría tenido en cuenta sin la voluntad política del Presidente, pero tampoco sin la lucha tenaz de muchas mujeres, que pese a haberse quedado en el camino que lograron abrir, sienten la emoción de contemplar el gesto responsable de una embarazada haciendo el paseíllo al frente del Ejercito Español. Que sienten el orgullo de que una mujer joven afronte el Ministerio de Defensa, porque pese a que hay muchas y bien preparadas mujeres con una larga trayectoria, el símbolo de la juventud, que tanto pasa ahora de la cuestión de Igualdad, pese a sufrir la discriminación, es importante; como sigue siendo importante la paridad, como en su momento lo fueron las cuotas, ya que su filosofía no era colocar floreros, sino potenciar talentos que por razón de sexo se marginaban. Las ministras arrastran las mismas capacidades y limitaciones, en cualquier función, que los ministros y el don de la maternidad tiene que ser un plús. No hay que exigirles menos pero tampoco que negarles más. Y
el ejemplo de este Gobierno, más allá de su signo, es, pese a quien pese y duela a quien duela, grande para la Democracia y la Justicia. Y todas las mujeres con ambas ideas bien arraigadas valoramos como se merece este gran símbolo.

jueves, 15 de mayo de 2008

Rincon literario mallorquín


En el Rincon literario de aquella semana queda, ademas del recuerdo entrañable, el archivo audiovisual de la lectura de la obra con imágenes del arte americano que retratan precisamente mujeres de hoy.
¡Que lo disfrutéis!
En http://rinconliterario3denit.blogspot.com/2007/02/mara-jess-gonzlez-vzquez-entrevistada.html

lunes, 12 de mayo de 2008

Mujeres progresistas: una apuesta por la igualdad desde la educación informal


El movimiento asociativo de mujeres progresistas por la igualdad, que emerge en Madrid en 1986, lo hace desde unos grupos de reflexión, que observaban preocupadamente cómo el mensaje feminista no traspasaba una serie de barreras. No llegaba a la gran masa de mujeres, quedándose en círculos reducidos, generalmente de las capas más ilustradas y de las cuales no todas vencían las resistencias mentales de una educación tradicional y, en el mejor de los casos, no pasaban a una acción solidaria.
Era necesario hacer calar la idea de igualdad de una forma generalizada en la población femenina, para, aprovechando la coyuntura de gobiernos progresistas, poder reivindicar y conseguir unas medidas legislativas y unas políticas sociales correctoras de la situación de discriminación en que se encontraban las mujeres. Sobre todo las que pertenecían a los sectores sociales más desfavorecidos.
Era necesario promover la participación de las mujeres en la dinámica social, fomentar su asociacionismo y su integración en el ámbito de lo público.
Probablemente estos planteamientos no eran inéditos en el plano teórico, pero se acompañaban de la constatación de que había que abordar el trabajo feminista con otra metodología, empezando por no anteponer el término al concepto. Había que afrontar el hecho del rechazo que el término «feminista» provocaba en muchas mujeres y la confusa percepción que la sociedad tenía-tiene de su significado.
Había que evitar que las palabras crearan barreras y lograr el objetivo de contactar positivamente con colectivos de mujeres que padecían importantes carencias culturales, necesidades sociales y situaciones de discriminación concretas o generalizadas. Mujeres que, por otra parte, casi nunca identificaban su situación personal como parte de una problemática colectiva. Había que crear una conciencia de grupo, una solidaridad de género, buscando el acercamiento, facilitándolo y ofertando apoyos y soluciones.
Era necesario que las mujeres llegasen a asumir todo el contenido y el significado del trabajo feminista en favor de la igualdad de oportunidades, para la aceptación y la comprensión natural del término «feminismo».
Era imprescindible también el contacto próximo y cotidiano de las mujeres más concienciadas con aquellas otras de su entorno, en el que debían de actuar como agentes dinamizadores, pero en el que era imprescindible que se percibiera su dimensión de normalidad: había que superar la identificación de mujer feminista con extremista, agresiva, rara, casi marginal o lesbiana de necesidad.
Basándonos en estas consideraciones previas, y algunas otras que omitimos, se asumió la denominación de Mujeres Progresistas Por la Igualdad, atendiendo a nuestro posicionamiento en favor de los sectores de mujeres más desfavorecidos de la sociedad y al objetivo fundamental de conseguir la igualdad real de hombres y mujeres.
Para buscar la proximidad y el acercamiento se establecieron delegaciones en los Distritos Municipales de Madrid y en los pueblos de la Comunidad Autónoma, que rápidamente se transformaron en Asociaciones Locales, constituyéndose con ellas la Federación Regional de Asociaciones de Mujeres Progresistas Por la Igualdad (F.R.A.M.P.P.I.).
Con posterioridad este movimiento se iría extendiendo por otras Comunidades Autónomas, constituyéndose una Federación estatal, consolidada, pero todavía en proceso de desarrollo. Ahora mismo, con unos postulados similares y con unos objetivos comunes, pero con proyectos específicos para cada medio, podemos decir que aquel esfuerzo inicial del grupo de Madrid está dando frutos por toda España. Se ha contribuido decisivamente a que el concepto de igualdad haya calado en la sociedad actual. Pero antes de enumerar otros logros, hay que concretar las actuaciones y analizar las dificultades de implantación y de funcionamiento de todo este período, porque de éstas se derivó la apuesta decidida por priorizar actividades de tipo educativo y cultural en nuestros programas de actuación.
Al acercarnos a los barrios y pueblos, tratamos de conocer cuál es la situación económica y cultural y cuáles son las demandas de las mujeres. A pesar de la diversidad en los aspectos mencionados entre unos distritos y otros, y sobre todo en relación con los pueblos, hay una serie de elementos comunes a todos los colectivos femeninos. Por lo general, las mujeres, por una parte, demandan actuaciones educativas y culturales. Por otra, rechazan el establecimiento de cualquier compromiso y la asunción de cualquier responsabilidad. Esperan recibir el esfuerzo de la Asociación de modo placentero y de forma pasiva. Sus motivaciones no son siempre culturales en sentido estricto. Buscan salir del aislamiento cotidiano, comunicarse. Pocas veces se plantean algún esfuerzo personal, ni adoptan una actitud reivindicativa. La mayoría presenta muchas carencias formativas, bien porque en su día no tuvieron oportunidades de aprender, bien porque la tradición les marcó otros caminos, pero casi siempre porque el trabajo doméstico y la atención familiar han absorbido toda su capacidad y todo su tiempo, impidiéndoles ocuparse de sí mismas y de su formación. Son, en su mayoría, lo que se viene denominando amas de casa.
Su horario está condicionado por el trabajo o la actividad de los demás miembros de la familia. No están concienciadas respecto a los planteamientos feministas. En algunos casos los rechazan y carecen de hábitos de participación. Se resisten a asociarse y a pagar unas cuotas, por módicas que sean, y no siempre por razones de insolvencia económica. Hay también mujeres incorporadas al mundo laboral: no todas por voluntad propia ni por un sentido de la realización o independencia personal. Algunas tienen mayor conciencia reivindicativa, pero con poco sentido de solidaridad de género y escasa disponibilidad. Soportan la carga de la doble jornada al no tener compartidas ni las cargas familiares, ni el trabajo del hogar.
Hay que trabajar con mujeres que presentan una gran atonía participativa pero con una demanda de apoyos diversos. Mujeres en situaciones de dependencia no sólo económica, sino de criterio respecto al compañero, tanto en lo que se refiere a su propia dinámica vital, de formación o de participación social, como en sus opciones políticas.
Ante esta situación, hay que posponer o disfrazar fines reivindicativos y optar por mejorar los puntos de partida de las mujeres. Se aborda decisivamente el hecho de que el nivel educativo y cultural refleja la discriminación sufrida en este terreno por las mujeres de varias generaciones, y que el camino hacia la igualdad empieza por una contribución a suplir esas carencias.
Se elaboran programas de actividades con unos contenidos culturales atrayentes, próximos a los intereses tradicionales de las mujeres pero con claros elementos concienciadores, y se establece un plan de trabajo en dos niveles. De federación, en primer lugar, creando unos servicios de asesoramiento y apoyo, a la par que de coordinación y canalización de actuaciones reivindicativas ante las instituciones, sobre todo o inicialmente, en los terrenos legislativo, educativo y sanitario.
Y en segundo lugar, en las asociaciones locales se desarrollan programas concretos de actividades que comprenden charlas-coloquio, visitas culturales, cursos de habilidades sociales o de formación de animadoras socioculturales. Se trata, en principio, de implicar a las mujeres en la participación, ocupando positivamente su tiempo de ocio. Posteriormente se llevarán a cabo programas más comprometidos. Pero siempre nos movemos en el campo de la educación informal. Atendemos a mujeres a las que les resulta muy difícil integrarse en programas de enseñanza reglada, aunque las animamos también a participar en ellos y los reivindicamos ante las instituciones competentes.
Nuestros programas educativos no implican una renuncia a modificar la situación real de desigualdad de las mujeres ni a la reivindicación de sus derechos. Son un medio de transformación de dicha situación, en cuanto que los contenidos y la metodología no sólo mejoran sus conocimientos sino que modifican actitudes. Los programas de sexualidad o de psicología femenina que vamos incorporando permiten a las mujeres un mejor conocimiento y aprecio de su cuerpo, superando las definiciones sociales sobre lo bello, lo joven y lo atractivo. Les permiten mejorar su autoestima y una valoración positiva de su propia vida. La identificación de su problemática con la del grupo y el desarrollo de sentimientos y actitudes de solidaridad.
Se incorporan también programas sobre Historia de las mujeres o Literatura femenina. Se trata en todo momento de transmitir no sólo el hecho cultural, sino el papel de la mujer en ese hecho. Transmitir las posibilidades y realidades femeninas fuera del ámbito tradicional o doméstico, lo que permite ir avanzando en el cuestionamiento de los roles.
En el aspecto metodológico, siempre en cualquier programa, se utilizan recursos que favorecen el trabajo en grupo, la discusión y el contraste de opiniones, es decir, técnicas de dinámica de grupos.
En los momentos actuales, cuando podemos analizar nuestra trayectoria con una perspectiva de años, estamos comprobando que los programas de Educación y Cultura siguen siendo, básicamente, imprescindibles en el trabajo con las mujeres. Ciertamente estamos viendo el fruto del acceso de las mujeres-niñas a la educación obligatoria y a otros niveles. Las generaciones jóvenes no están en la misma situación cultural de hace diez años, cuando empezamos este trabajo. Para ellas la igualdad educativa es una venturosa realidad, pero tenemos a otras mujeres -sus madres- que siguen necesitando actuaciones educativas y son la razón fundamental de nuestro trabajo.
La opción, como punto de partida de la educación informal como contenido y método de trabajo, así como los condicionantes que nos llevaron a ella, no deben excluir, sin embargo, la atención de las demandas, cada vez más emergentes, de otros sectores de mujeres que quieren insertarse o reincorporarse al mundo laboral. No debe excluir tampoco el apoyo a las que desde este campo o desde la acción política demandan la no discriminación en el acceso a los puestos de responsabilidad y de poder de decisión.
No se puede, desde las organizaciones de mujeres, permitir que se pierdan potencialidades, pero para ello también es necesario un esfuerzo de formación.
En nuestras sociedades desarrolladas muchas mujeres abandonaron su profesión en el momento de la crianza de sus hijos. La superación de esta etapa o bien una crisis o pérdida de pareja las determina a volver al mercado de trabajo. Los cambios producidos en éste, que suponen la desaparición de una serie de funciones y la aparición de nuevas profesiones y métodos de trabajo, exigen a las antiguas profesionales una nueva formación o un completo reciclaje. Las que nunca tuvieron una preparación de tipo profesional, con mayor motivo, tienen una necesidad absoluta de adquirirla. Pero no se trata sólo de nuevos conocimientos y de nuevas técnicas.
Las mujeres tienen que aprender a instruirse, a inspirar confianza en la gente y a ganársela. No podemos obviar el hecho, constatado socialmente, de que mientras a los hombres se les supone capacidad y aptitudes, nosotras, las mujeres, tenemos siempre que demostrarla.
Cuando hablamos de integración o reincorporación de las mujeres al mundo laboral, no estamos tratando de aspiraciones quiméricas de justicia de género, ni de viejas y justas reivindicaciones feministas. Estamos en sintonía con informes de grupos de analistas y sociólogos que sugieren la necesidad de un ajuste estructural que permita un desarrollo social y económico positivos.
Informes como el elaborado por un grupo de expertos de alto nivel de la O.C.D.E., partiendo de la situación de hecho de la persistente desigualdad de oportunidades de las mujeres, que no permite rentabilizar plenamente su contribución al crecimiento económico y al progreso social, han estudiado las interrelaciones entre el proceso de ajuste estructural y la integración de las mujeres en el proceso económico. Las líneas de acción que se indican en dicho informe no sólo mejorarían la situación de las mujeres sino el funcionamiento de todo el sistema económico.
Por otra parte, partiendo del hecho de que las mujeres, que representan más del 50% de la población, están infrautilizadas desde el punto de vista productivo, la Comunidad Europea pone en marcha la iniciativa N.O.W: el programa Nuevas Oportunidades para las Mujeres, que trata de promover la igualdad de oportunidades de este colectivo en el empleo y en la formación profesional. El fundamento de esta iniciativa, que se desarrolla en doce países comunitarios incluida España, está en la necesidad de la incorporación de la creatividad y de la energía de las mujeres al mundo profesional. Desde el punto de vista del movimiento asociativo, la incorporación de la mujer al mundo laboral y a los puestos de decisión económica o política es una aspiración de justicia social y de desarrollo y consolidación de los sistemas democráticos. Pero es una aspiración realista y bien fundamentada.
La cuestión es el papel que el movimiento asociativo quiere o puede jugar en este proceso de formación de las mujeres para su integración en el mundo laboral. La opción puede estar en mantenerse en una línea reivindicativa o en asumir y llevar a cabo proyectos de formación. Esta parece, en principio, más propia de las instituciones, a menos que éstas faciliten los recursos económicos a las asociaciones, como ocurre en algunos casos. Entonces habría que considerar la capacidad de gestión y los recursos humanos de cada entidad para asumir proyectos y la demanda de las mujeres en su ámbito de actuación. En este sentido, algunas de las Asociaciones de Mujeres Progresistas también desarrollan programas de formación profesional. Pero todas trabajan en la modificación de actitudes o de desarrollo de las habilidades sociales básicas y previas.
A través de la actividad educativa se han ido incorporando a los contenidos programáticos todos los grandes temas que abarcan la problemática de la mujer.
Después de todos estos años de labor asociativa podemos decir que la actitud de las mujeres, que se han integrado en nuestras asociaciones y han participado con una cierta asiduidad, es mucho más positiva respecto a las reivindicaciones feministas tradicionales. Están más concienciadas y han asumido con naturalidad los conceptos feminismo e igualdad, si bien ésta última se plantea más como una aspiración para sus hijas o las generaciones de éstas. Se conforman con parcelas propias de independencia, pero ya no renuncian fácilmente a ellas. Sin embargo, el paso al compromiso activo con las asociaciones no se produce con facilidad. Aunque sí han aprendido que pertenecer a ellas supone tener una parcela de vida propia y sobre todo el estímulo para reforzarla y ampliarla. Esto en sí es ya un logro importante, porque para muchas mujeres el hecho de inscribirse en una asociación, sobre todo si tiene un fundamento reivindicativo en el terreno de la igualdad, es una decisión difícil, significa en muchos casos empezar a cuestionarse su trayectoria personal y la permanencia en espacios que domina. Adentrarse en otros nuevos produce inseguridad, porque supone ir saltando o sorteando una serie de barreras sociales o psicológicas.
El entorno social prima el sentido de lo individual, el interés personal o familiar, mientras que la participación conduce a la valoración de problemas o intereses colectivos e implica el olvidado valor de la solidaridad.
Finalmente, después de todo el esfuerzo desarrollado por el Movimiento de Mujeres en general, y de nuestra experiencia y aportaciones en particular, consideramos que sigue siendo necesario incentivar cada paso, cada aproximación de las mujeres a la participación. Y que es imprescindible un esfuerzo de imaginación y trabajo educativos, que, combinando las motivaciones próximas de las mujeres con unos contenidos liberadores y progresistas, las puedan llevar a la superación del desinterés participativo y de la alienación personal.

Publicado en Revista Iberoamericana de Educación Número 6Género y Educación
Septiembre - Diciembre 1994

PLACERES RECUPERADOS, el libro


SI ME PERMITEN UNA SUGERENCIA...

PLACERES RECUPERADOS es un libro de lectura tranquila, que quiere relajar y provocar sonrisas, de modo que nada de inquietarse si, antes de iniciarla, o en plena lectura se le ocurre consultar el índice.
El salto de páginas del primer relato puede causarle una cierta molestia o alguna inquietud. Pero le aconsejo que no altere la lectura buscando continuidad, porque su verdadero sentido se alcanza respetando el orden numérico natural.
De modo que me atrevo a sugerirle que empiece por el principio, ordenadamente, o que continúe donde lo haya dejado, acercándose al grupo, viviendo cada paso con él, conociendo a las personas y descubriendo a los personajes. Porque este es un libro en el que hay de todo: personas, personajes y un ente híbrido.
Las personas son seres de hoy, actuales y auténticos, que emiten destellos de irrealidad cuando los ilumina la imaginación de María. Los personajes, son criaturas del bosque imaginario que puebla la mente de la autora, en las que el viento ha dejado semillas de sentimientos, y vivencias transmitidas por muchas y diferentes personas.
El ente híbrido se confunde con la narradora, que tiene, tal vez aquí, un cuarto de persona, y en todo lo demás es personaje, tan literario como los que pueblan todos los relatos de María.
-----------------------------------

PERSONAS:
Fina y la otra Fina.
Tere y Ersilia
Zayda y Quetina
Sisita y Carmina.
Gloria y Elena.
Pilar.
Este orden se puede cambiar y alterar hasta lo infinito. Por ejemplo:
Fina, Tere Y Zayda.
Ersilia, Quetina y Pilar y Sisita.
Carmina, Gloria, Elena y la otra Fina
O bien:
Gloria, Ersilia, Fina y Carmina.
Zayda, Tere, y Quetina. Sisita
Elena, Pilar y la otra Fina.
Y así se podrían llenar páginas, hasta que cada una de ellas empezase por el principio y acabase por el final. Pero no será necesario, porque, todas, son lo bastante sabias para percatarse de que son tan importantes, como animosas lectoras de María.
--------------------------------

RAíCES DESAPERCIBIDAS EN LA DESIGUALDAD DE GÉNERO

Conscientemente hablo de género para hacer hincapié en las desigualdades, determinadas por la cultura, entre hombres y mujeres, y no en las genéticas o externamente físicas derivadas de la diferencia de sexo, que todavía se esgrimen para mantener la discriminación femenina en sentido negativo.
Con frecuencia aparecen noticias sobre la desigualdad en el trabajo o en el salario por razón de sexo. Casi a diario, tanto que empieza a ser rutina, se informa de un hecho violento en el que la victima mortal es una mujer: todo tan cotidiano que ya no sorprende ni inquieta, porque solo lo novedoso nos saca de nuestra indiferencia. Sobre todo en temas que nunca interesan lo suficiente como para ocupar portadas: siempre hay un conflicto bélico, una catástrofe natural, una reunión de mandatarios o un tema político puntual, que acapara la preocupación, mas allá de lo íntimo, de cualquier persona.
En tales circunstancias, si hablamos o escribimos conmovidos por los últimos episodios de violencia de género, se nos mira con la displicencia aplicada a mentes frívolas poco atentas a lo que de verdad inquita a la sociedad. Solo se nos presta cierta atención cuando mencionamos datos y estadísticas. Muy importantes en cualquier estudio o informe, pero muy fáciles de olvidar, sobre todo si se abunda en ellos. Porque pasado el impacto momentáneo lo que perdura es la idea del hecho: la discriminación y, o, la muerte. Porque ambas siguen produciéndose cada día. Y cada día hay que reflexionar sobre ello y comentarlo de forma que vaya calando en la sociedad como lluvia fina.. Hay que analizar noticias que, más allá de lo que pretenden contar, dejan entrever una visión arcaica del rol dela mujer, y el gran asentamiento y arraigo que aún mantiene en la actualidad, de forma en parte inconsciente y en parte indiferente
Las mujeres somos percibidas como presa fácil para hacer gala por parte del otro sexo de mayor fuerza, dominio o preeminencia. Y esto no atañe solo a generaciones maduras. En rigor hay que decir que tampoco es una percepción exclusivamente masculina. Pero esa visión del sexo femenino le convierte en víctima mayoritaria y casi exclusiva.
Muchas mujeres tienen que cambiar todavía su propia perspectiva de género. Pero este tema merece otro comentario. Lo que ahora se pretende destacar es como persiste una determinada percepción de la mujer en la mentalidad de las generaciones más jóvenes de varones. Porque es evidente que la violencia sexista, lo mismo que no atañe a un sector social determinado, tampoco afecta en exclusiva a las generaciones maduras: se produce en parejas mayores y entre las más jóvenes. Esto pone de relieve un hecho: que la mujer es un sujeto sobre cuya vida puede tomar decisiones el hombre. Las circunstancias en que la violencia se ejercite sobre ella y las causas concretas pueden ser diversas. Las razones inmediatas que llevan a un hombre joven, maduro o anciano a la agresión pueden ser muy distintas. Pero la última causa es siempre común: el sentimiento de propiedad fundado entre otras cosas en el sentimiento de superioridad, fortaleza y capacidad del varón.
Por supuesto que ese complejo sentimiento del hombre y su visión de la mujer tiene grados y matices. También, afortunadamente, muchas excepciones, pero nos referimos al sentimiento machista y en su peor manifestación: la violencia, psíquica o física.. Este sentimiento y las conductas derivadas, a veces desapercibidas, deben de ser puestas en evidencia si queremos tener éxito en la erradicación a medio y largo plazo de la riada de muertes.

LA IGUALDAD CONQUISTADA: LA TRAMPA DE LAS NOTICIAS

Mujeres al mando, una frase destacada en un conocido periódico que, a continuación, relataba cómo Ángela Merkel se ha convertido en la primera mujer canciller de Alemania, en un interesante reportaje sobre éxitos y opiniones de numerosas triunfadoras. Sin negar el gran avance actual de las mujeres, ni su esfuerzo e importancia, sobre todo si consideramos el punto de partida, no podemos dejamos llevar por el lado optimista de este u otros reportajes, ya que puede asentar la generalizada idea de que las barreras discriminatorias se han vencido y se ha quebrado el techo de cristal, porque comporta el riesgo de abandonar el esfuerzo ante los primeros frutos de una muy trabajada cosecha. De modo que, junto a esas noticias, no podemos obviar otras que se producen de modo simultáneo, como las relativas a la Cumbre de Salamanca: con la mención de los participantes, de los temas tratados y de quien ha venido o dejado de venir, se da cuenta escrita o fotográfica del programa paralelo de sus esposas. Estas mujeres, al margen del legítimo apoyo a sus parejas o del disfrute de la circunstancia, pueden tener un valor propio pero no es en función del mismo por lo que aparecen reconocidas. Incluso puede que algunas se hayan visto avocadas a prescindir de su propio rendimiento por la situación del consorte, como ocurre a otras mujeres menos privilegiadas. Y aquí se nos muestran en una función secundaria. No participan en lo importante, que se discute y resuelve mientras transcurre su programa turístico, con algún toque social, que puede ser función de una primera dama como consecuencia de la relevancia política del marido. Y esto sucede ante nuestros distraídos o complacientes ojos, aquí como en distintos lugares del mundo, en diferentes estratos sociales, en este momento, sin que nos sorprenda la incongruencia.
Recordando otras noticias recientes, podemos analizar un reportaje muy ilustrativo de la función de nuestras conciudadanas, en esta época considerada la más favorable para las mujeres. Y que, sin duda, lo es. El artículo en cuestión, cuyo título y contenido pueden a primera vista parecer inofensivos, e incluso manifestar una valorable- que la tiene- sensibilidad social, pone en evidencia en el fondo y presentación otra realidad actual de muchas mujeres, que supone un freno a sus aspiraciones y derechos a la equiparación, en todos los ordenes, de sexos. Junto al titular, No aguanto a mi hijo, aparecen cinco mujeres y el relato del drama que viven a causa de la hiperactividad de sus hijos. Aunque el motivo podría ser otro y en ningún caso se trata de una crítica al reportaje sino de la otra lectura que puede hacerse: la que ejemplifica la feminización de los problemas familiares. Todo podía haberse contado en clave compartida de pareja. Pero no reflejaría la realidad de la mujer receptora activa de cargas familiares que la limitan. No es difícil deducir de las noticias la fragilidad de la Igualdad conseguida.-

UN SEXISMO SUBCONSCIENTE

A propósito de la cuestión sucesoria planteada con motivo del nacimiento de la Infanta Leonor, un escritor tan reconocido como Eduardo Mendoza, decía en su columna periodística que, a la hora de eliminar la discriminación en el orden sucesorio, “no se trata, pues, de una de igualdad de sexos en la que todos estamos más o menos de acuerdo, sino en calibrar que habría pasado el 23 F si al teléfono de la Zarzuela se hubiese puesto una mujer”. Cuando se es lector/a irredento/a de prensa, es frecuente encontrarse párrafos así de jugosos a la hora de ejemplificar la persistencia de aquellas realidades que acentúan la desigualdad de género. Y no los comentamos por ansia alguna de polémica estéril, sino por la convicción de que son la base en que arraigan comportamientos detestables que, estos sí, “más o menos” todos queremos erradicar. Por eso a quienes nos esforzamos tanto por conseguir la equiparación de sexos, a quienes vivimos de cerca los problemas de discriminación y falta de libertad, e incluso de ciertas formas de violencia, nos resulta desalentador encontrarnos con comentarios tan dañinos para la imagen de la mujer. Comentarios que proyectan la idea latente en el subconsciente de que hay tareas que, por su magnitud y trascendencia, podrían resultar socialmente peligrosas si las ejecutase una persona de sexo femenino. Y resultan más desalentadoras esas opiniones cuanto más relevante es quién las pronuncia y el medio que las difunde. Para cuestionar, como parece que se pretende, la justificación de la existencia actual de la monarquía, no era necesario, y menos para un autor que goza de tanto prestigio, evidenciar la imagen caduca de las mujeres que anida en su subconsciente. La que permanece soterrada en amplios sectores sociales, y a veces se cuela entre la maraña de palabras que brotan de bocas o plumas cotidianas sin que se cuestione, se debata o se le preste atención Por ello es necesario insistir en que la problemática de las mujeres se deriva también de la percepción social que de ellas se tiene. Y las líneas que han motivado estas reflexiones, contribuyen a proyectar una imagen limitada, cuando menos, de la mujer Por ello no podemos dejarlas pasar desapercibidas cuando se trata de erradicar de la cultura actual las perniciosas raíces del pensamiento machista.. Las que subyacen bajo una mentalidad aparentemente moderna, que permite aprovechar nuestro rendimiento productivo siempre y cuando nos conformemos con posiciones menos relevantes, o con inferiores salarios por el mismo trabajo. Siempre que sigamos afrontando las responsabilidades familiares, o las tareas domésticas cotidianas. Siempre que no dificultemos la trayectoria de quién tiene, de verdad, relevancia. Este pensamiento sobre las mujeres, nuestras capacidades o funciones, que tampoco es solo un residuo generacional, tiene que desaparecer para que dejemos de parecer intrusas si optamos a cualquier alta responsabilidad.

viernes, 9 de mayo de 2008

LA VIOLENCIA MACHISTA NO DA TREGUA

El goteo agosteño se ha convertido en chorro: apaleada, estrangulada, apuñalada. La modalidad, a elección del amo: la maté porque era mía. Difícil ha sido sacar a luz los problemas. Veinte años atrás, las feministas empujábamos con insistencia (y pobres resultados) a los poderes públicos y mediáticos para que afrontaran la problemática específica de la mujer. Ahora es frecuente su tratamiento en los medios. Las medidas para corregir la desigualdad por razón de sexo son ya numerosas aunque incompletas. Sin embargo, este esfuerzo encuentra resistencias soterradas, en la mayoría pasiva e indulgente y en la minoría exacerbada que incrementa el lado más duro de la conducta machista: la violencia con resultado de muerte. Algo que debería alarmar a la sociedad tanto como el terrorismo. La erradicación de la violencia sexista no permite vacaciones. La responsabilidad de atajar tal lacra no concierne sólo a los políticos: lo suyo es legislar, sancionar y prevenir. Pero nada será suficiente si no se consigue implicar a la mayoría social en el empeño. Además, tampoco puede abordarse el tema de la violencia en abstracto, al margen de los factores que la propician. Y que no se reducen a la independencia económica de las mujeres; un factor importante pero con doble consecuencia: facilita la decisión de la victima de apartarse del agresor, pero decide a éste a pasar de los golpes a las puñaladas. Hay que incidir en otros elementos intervinientes.

Hoy, la muerte de mujeres a manos de sus compañeros se condena desde cualquier opción de pensamiento, con convicción o sin ella (lo contrario sería políticamente incorrecto) pero eso sí: desvinculándolo del concepto feminista de igualdad e incluso como algo ajeno al propio feminismo. Muchas personas dicen estar en contra de la violencia machista, pero a continuación afirman no ser feministas. Y esto es grave porque no pueden disociarse los malos tratos y las muertes de mujeres, de las carencias y discriminaciones que las han relegado a una consideración de menor rango humano. El problema de la mujer es universal y complejo. Su solución requiere un descomunal esfuerzo de la sociedad: no puede haber tibieza ni relajación y, sobre todo, hay que educar, cambiar la mentalidad, remover principios asentados en el subconsciente durante siglos, empleando todos los medios institucionales y no formales. Porque sólo cuando la sociedad al completo contemple a la mujer como persona equivalente al hombre, autónoma, dueña de su vida, compartida o no, sólo entonces podrá desaparecer la violencia específica contra ella. El feminismo que, substancialmente, busca el perfeccionamiento de la democracia y la armonía entre los seres humanos, tiene que seguir activo; es actual y necesario para afrontar los nuevos retos. Los problemas persisten: las generaciones más jóvenes deben completar la labor de sus madres, implicando a la sociedad en una educación que propicie otra visión de las mujeres.-
(Publicado en Cuadernos para el Diálogo. Número 4. Octubre 2005)

La mujer, tema irrelevante en la agenda global

Sabido es que más de la mitad de la humanidad está constituida por mujeres pero hay que repetirlo, porque tienen una problemática especifica por razón de sexo a nivel global, aunque el Foro Económico de Davos lo siga ignorando.
Sabido es que más de la mitad de la humanidad está constituida por mujeres pero hay que repetirlo, porque tienen una problemática especifica por razón de sexo a nivel global, aunque el Foro de Davos lo siga ignorando y en Porto Alegre no siempre alcance la relevancia deseable.Quedaría más literario, quizá, afirmando que hay un problema universal de género que padecemos las mujeres. Pero no quiero irritar a tantas amigas feministas, con quienes he compartido ideas y esfuerzos, que consideran impropio el uso de la palabra género. Personalmente valoro el empleo adecuado de la palabra, y también la estética del lenguaje; sin embargo, en la cuestión feminista no me interesa tanto el enunciado. Lo que me importa mucho más es la denuncia y la solución de los problemas que seguimos padeciendo las mujeres en todo el mundo. Y en unas sociedades mucho más que en otras. Es de justicia observarlo para que ni los logros conseguidos ni las carencias existentes, nos hagan dejar de lado la solidaridad universal tan necesaria. En nuestro país, donde tantas mujeres estudian salen solas, viajan, trabajan, abortan o se divorcian, ya casi solo pensamos en la brutal respuesta a la conquista de las libertades: en la violencia intolerable que azota a tantas de modo trágico. Esto nos hace quizá minusvalorar otras carencias que, sin embargo, la alimentan e incluso la determinan. El hecho de vivir en un medio desarrollado nos hace perder perspectiva de una realidad más amplia en el propio entorno y más dura en muchos lugares del mundo. En España todavía muchas mujeres siguen siendo ciudadanas de segunda clase, aunque tengamos ministras y la esperanza que supone la Ley ya aprobada contra la violencia doméstica. Y en el resto del mundo, asistimos impasibles a la existencia de la injusticia que sufren las mujeres de Arabia Saudita, con un sistema electoral escasamente democrático que no les permite ni siquiera ser candidatas a concejalas. Es un botón de muestra que aparece ante la pasividad de los poderes mundiales, aunque el emperador Bush tenga a Condoleeza Rice, una mujer al frente de sus relaciones con los Estados como escaparate. Recientemente, en TV un líder africano se quejaba de que nadie en el mundo se ocupa de que sus mujeres tengan que caminar kilómetros para conseguir agua. Pero es que estas mujeres, además de sufridoras de la pobreza generalizada lo son también de la opresión masculina, porque pese a denunciar el problema, sus hombres no comparten la búsqueda de solución cotidiana. Y lo que es peor, generalmente se ignora en todo o en parte la cuestión. Incluso en una publicación reciente, interesante y bien documentada, un Atlas del estado del mundo en 2005, no se encuentra ni un epígrafe alusivo a la problemática de la mujer. Dentro de los Objetivos de Desarrollo para el Milenio, aprobados por la ONU en el 2000 , el objetivo número tres busca “ promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la Mujer” en todos los países del mundo, especialmente en los países menos desarrollados. Pero cinco años después, entre los doce “temas duros” tratado en el Foro Económico de Davos del 2005, pese al giro pretendidamente solidario de alguna intervención de famosas, como Sharon Stone, nada ha figurado alusivo a los grandes problemas que padecen tantas mujeres, que nos obligan a seguir siendo el segundo sexo. Y aunque se hayan hecho aportaciones colaterales en los debates, hay que denunciar que ni siquiera el candente tema de la violencia contra la mujer en el mundo haya tenido un tratamiento relevante. Porque, pese a que no se llegue a conclusiones o propuestas vinculantes, el asunto es de tal gravedad que necesita un lugar propio en todos los escaparates y foros, se consideren o no sociales.